La ansiedad es una respuesta de nuestro organismo ante situaciones de peligro y amenaza. La forma que tiene nuestro cuerpo para prepararse para responder ante ese ‘ataque’ es activando el sistema nervioso.

El sistema nervioso tiene dos partes: el sistema nervioso simpático y el parasimpático. El primero, el simpático, es el encargado de poner en marcha todos los dispositivos que poseemos para hacer una rápida respuesta de huida (o de ataque, si así fuera preciso). Así aumenta el ritmo cardiaco para conseguir aumentar el caudal sanguíneo y llevar más oxigeno a las zonas que van a entrar en acción: nuestros músculos. Va a acelerar nuestra respiración para aumentar la cantidad de oxigeno en sangre, dilatando ciertos vasos y dejando sin tanto flujo sanguíneo ciertas zonas que no van a entrar en acción: nuestra piel (siendo además una forma de protección porque si realmente fuéramos agredid@s, al tener menor flujo de sangre, nuestras heridas sangrarían mucho menos) y nuestros dedos (por ello somos menos conscientes del dolor o de habernos herido) lo que provoca cierto hormigueo en estas zonas. Al aumentar nuestra respiración y oxigenar ciertos músculos, vamos a sentir una sensación de ahogo e incluso cierta presión en el pecho a la vez que cierta sensación de mareo, visión borrosa, confusión y oleadas de calor. Aunque muy molestas, ninguna de ellas es expresión de nada grave. También aparecen otras sensaciones que provocan menor alarma: sudoración, dilatación de las pupilas, sensación de calor, nauseas, estreñimiento, etcétera. Es decir, para realizar una respuesta de ataque y/o huida, nuestro organismo se prepara en su totalidad.
Fisiologicamente también se dan unos cambios: las glándulas suprarrenales (situadas en los riñones) segregan gran cantidad de adrenalina y noradrenalina para que son los mensajeros químicos encargados de activar y mandar el mensaje a todo el cuerpo.
Una vez el cuerpo se ha activado, hay dos formas de volver a la calma:
1) Estos agentes químicos son destruidos porque ya no son necesarios.
2) Se activa el sistema nervioso parasimpático el cual tiene efectos contrarios al simpático. Es el encargado de la respuesta de relajación y calma.
En ambos casos el cuerpo requiere de cierto tiempo para recuperar el equilibrio y la sensación de bienestar (aunque la sensación también sea de cansancio y fatiga por toda la energía y actividad realizada durante la respuesta de ataque/huida) pero es importante recordar que la ansiedad, todas las sensaciones que tiene, no pueden eternizarse ni llegar a límites dañinos para el organismo. El parasimpático es un regulador del simpático para que éste no se extralimite y fabrique una respuesta tan intensa que fuera lesiva para el cuerpo. Así pues, aunque la ansiedad tiene unas sensaciones desagradables, hay que saber que tienen final y un final sin consecuencias a tener en cuenta.